Refugiados somalíes en el campamento Dadaab de Kenia. | Afp |
2011 fue el año que puso a prueba las promesas de solidaridad europeas para con las personas necesitadas. Y resulta preocupante comprobar que, en su conjunto, Europa no superó la prueba.
Ahora, todos los Estados miembros de la UE deben asumir su
responsabilidad y asegurarse de que 2012 sea un mejor año en materia de
asilo.
En los últimos 12 meses hay dos acontecimientos que destacan por sus
profundas consecuencias a nivel mundial. En primer lugar, el agravamiento de la crisis económica,
que, a su vez, se ha convertido en una crisis de confianza en nuestros
dirigentes y en la capacidad de Europa para hallar soluciones comunes.
En segundo lugar, la Primavera Árabe. En Túnez, El
Cairo y otros lugares, los ciudadanos se alzaron para luchar por la
libertad, la democracia y los derechos humanos, y desterraron, además de
a sus opresores, viejos supuestos sobre sus sociedades.
Desde una perspectiva europea, estos dos acontecimientos están inexorablemente ligados.
Mientras la crisis económica mantenía a la Unión Europea pendiente de
sí misma a lo largo del año, los disturbios del norte de África y otros
lugares forzaban a muchas personas a dejar sus hogares. La
cuestión, por tanto, es si Europa puede mantener su compromiso de ayudar
a quienes necesitan refugio, mientras aborda su propia crisis.
Larga lista de países europeos que pueden y deben hacer más
Las cifras disponibles para responder a esta cuestión son preocupantes. En el primer semestre de 2011, seis Estados miembros concentraron más del 75% de la totalidad de solicitudes de asilo presentadas.
Esto deja una larga lista de países europeos que pueden y deben hacer
más. Cuando más de 700.000 personas se vieron obligadas a huir de la
violencia en Libia, muchas de ellas acabaron en campos de refugiados de los países vecinos.
De las 8.000 personas a las que Naciones Unidas identificó como en especial situación de necesidad, el conjunto de los Estados miembros de la UE sólo alcanzó a comprometerse a acoger a 400. Noruega, un país no perteneciente a la UE, acogió a casi el mismo número por sí solo.
Entretanto, más de 50.000 emigrantes han cruzado el Mediterráneo en
frágiles embarcaciones rumbo a la UE. Demasiados murieron en el intento.
Otros llegaron a la isla italiana de Lampedusa o a Malta. Los países
europeos tuvieron la oportunidad de mostrar su solidaridad en una conferencia de donantes celebrada la primavera pasada. Resultado: el mero traslado de 300 refugiados de Malta a otros Estados miembros.
El pasado mes, tuvo lugar en Ginebra una Conferencia ministerial de nivel mundial sobre cuestiones relativas a los refugiados,
la mayor reunión de este tipo jamás celebrada. Durante todo el año
anterior, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados pidió a
todos los países que acudieran a Ginebra con el compromiso de aceptar
refugiados. La oferta de la UE se redujo a cero porque los Estados miembros no lograron ponerse de acuerdo sobre un compromiso conjunto.
Xenófobos
Uno de los problemas subyacentes es el panorama político de muchos Estados miembros. No
se habían visto tantos partidos populistas y xenófobos en los
parlamentos nacionales de Europa desde antes de la Segunda Guerra
Mundial. Fieles a su tradición, estos explotan la crisis
actual, intentando transferir la responsabilidad de unas economías
nacionales mal gestionadas a la población inmigrante. En esta situación,
se necesita un liderazgo europeo y nacional que evite que la lógica
populista dicte la agenda.
Porque, contrariamente a lo que los xenófobos quieren
hacernos creer, el número de solicitantes de asilo en Europa es hoy
mucho menor que el de hace diez años y Europa no es, ni con mucho,
excepcionalmente abierta en sus políticas de asilo. Solo en Kenia hay muchos más refugiados que en los 27 países de la UE.
Sin embargo, acontecimientos imprevistos como la Primavera Árabe
pueden desbordar la capacidad de asilo de cualquier país, y Europa debe
estar preparada para apoyar a estos Estados miembros, de forma que las
personas que llegan a ellos sean recibidas con dignidad.
La UE necesita unas normas comunes rigurosas
Pese a la existencia de normas mínimas comunes, los sistemas de asilo
de algunos países no funcionan bien, lo que crea condiciones de acogida
inaceptables para los emigrantes. Además, quienes solicitan asilo se
enfrentan a graves incertidumbres, dado que las normas de reconocimiento del estatuto de refugiado difieren considerablemente entre países.
Tales disparidades son inaceptables en una Unión Europea cuyos
miembros han firmado los mismos convenios internacionales y se unen en
torno a los mismos valores. La UE necesita unas normas comunes rigurosas
y una cooperación más sólida para velar por que los solicitantes de
asilo sean tratados del mismo modo en un sistema justo y abierto, dondequiera que se apliquen esas normas.
Por esta razón, la UE ha ido avanzando lentamente durante más de una
década hacia una política de asilo común, para cuya aplicación se ha
fijado el plazo de 2012. En 2011, se adoptaron algunas medidas
positivas, pero las negociaciones entre Estados miembros aún avanzan con
demasiada lentitud. Ahora, nos inquieta enormemente el año que
despunta, durante el cual estos debates deberán intensificarse
considerablemente.
Estoy convencida de que somos perfectamente capaces de afrontar
nuestras dificultades económicas, manteniéndonos fieles a nuestros
ideales de aperturismo, tolerancia y solidaridad. Nuestro compromiso no puede ser un juego de suma cero. Este año, Europa debe ampliar su perspectiva y garantizar que el sistema de asilo común finalmente se aplica.
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